Ni halcones ni palomas. Buitres

La bienvenida a un año electoral suele ser, en Argentina, una dantesca combinación de poner las barbas en remojo al tiempo que se sale con el cuchillo entre los dientes a resucitar la discusión política por el modelo que, en tiempos de gestión ordinaria, brilla por su oquedad.
Oxímoron dialéctico per se, esta contradicción se daría a razón de que se ponen las barbas en remojo cuando, hacia adentro, se morigera (usualmente demasiado) la autocrítica dura y filosa de la gestión oficialista nacional que hace mucho se desdibujó y borroneo sus contornos hasta puntos de difícil retorno. Cada vez es más difícil para cualquier persona de a pie poder distinguir entre los ajustes al bolsillo, la heladera y el futuro de un lado y otro de la grieta.

Y ahí, la militancia tiene la primer trampa de oso enroscada entre las piernas.
Si dice lo que piensa y siente, colabora en el resquebrajamiento de un gobierno que, aunque le es propio, hace agua por todos lados, no enamora absolutamente a nadie y, para colmo, nos regala un desfile de tiros en el pie producto de su internismo permanente y su incapacidad de renovarse.
A la vez, si no lo hace, se obliga a un ejercicio retórico e intelectual que, preso de la “responsabilidad de coyuntura”, le quita toda su magia al accionar militante.
Se trata de explicar, a como dé lugar, que esto es horrible pero lo que ofrece la vereda opuesta es apocalíptico.

Así de complicada es la cuestión.
Hemos llegado al punto tal donde el principal activo militante, es la convicción casi desesperada evitar que el país sea arrastrado a las recetas de la derecha más vernácula de los últimos 40 años.
El numero elegido no es casual.
El cumplimiento de 4 décadas de desarrollo democrático coincide, en una triste paradoja, con el punto más alto alcanzado por discursos, prácticas y propuestas de una derecha profundamente antidemocrática: negacionismo del plan terrorista sistemático ejercido por el Estado Argentino de manos de militares serviles al empresariado nacional y trasnacional apadrinado por la embajada norteamericana y Wall Street.
Intentando disfrazarse de tigres, halcones y palomas, el deber del militante es ser contundente y repetirlo hasta que se entienda: son todos buitres.
Del Macrismo con todas sus figuritas intercambiables al Frankenstein del fascismo construido en torno de Milei, Espert y compañía, responden integralmente al mismo poder fáctico que se consolidaba entre el 55 y el 83: Allá la Embajada y Wall Street, JP Morgan y compañía.
Acá: Clarín, Ledesma, Vicentin, Loma Negra, La Nacion, Techint, Arcor, La Anónima y amigos. 

Las posiciones de la ultra derecha que roza, a razón de quien escribe, el ridículo, con Milei y Espert a la cabeza, representan un problema por partida doble:
Su desestimación por considerarlo ridículo y marginal, o hasta incluso dejarle aire y espacio a razón de que su existencia quita votos al macrismo, encubre el peligro de permitir crecer y tomar impulso un monstruo que rompe todos los consensos democráticos construidos sobre la sangre y el sufrimiento de la mejor generación de argentinos y argentinas.
Su tolerancia, habilita correr la frontera de lo decible, volviendo moderados y dialoguistas a los autoritarios y virulentos, pintando de halcones y palomas a buitres carroñeros.
Milei y compañía, hacen ver a Bullrich como una señora respetable.   
Esa fiesta de disfraces, puede costarnos incalculablemente caro.

Aunque sus recetas económicas son entre idénticas y parecidas, y sus resultados son entre catastróficos y apocalípticos, la dificultad de poder confrontarlos con resultados económicos positivos sensibles al único órgano mandante del humor social, el bolsillo, es el peor de los tiros en el pie que puede darse un gobierno que pretendió tildarse de nacional y popular. Es imprescindible radicalizarse para diferenciarse.
Es imperioso pegar un volantaso de timón sin temor al que dirán.
Es urgente una confrontación frontal y sin cuartel contra los tres poderes que llevaron a nuestra nación al borde del caos: la mafia judicial, la corporación mediática, y el oligopolio económico.
Es irreparable la más injusta de las muertes. La muerte de una beba a metros del centro del centro del poder. Justo en el medio, entre la Casa Rosada y la Legislatura porteña.
Justo en el medio entre el poder de gestión central de brazos caídos merced de los 4 turros mencionados en un discurso con 2 años de antigüedad, y el gestor de la ciudad más rica del país con un PBI per cápita comparable a un país europeo occidental.


Es acuciante marcar un rumbo al porvenir que no obligue a militar frunciendo la nariz y apretando los dientes.
Ya pasó en el 2015 y el costo fue carísimo.
Se intentó en 2019 y el resultado fue frustrante.
Se acabó el tiempo de los gerentes y la ancha avenida del centro y coso.
Es la hora de los liderazgos.
Es por las buenas o es por la calle.
Y dejar de dejarse correr por las tapas de un diario de mierda y en decadencia y por las obscuras catacumbas de mármol de los tribunales y embajadas.
Es la hora de definir esa candidatura.


Créame, lo siento mucho, y si pudiera, no se lo pediría.
Pero usted, señora, no tiene derecho a dejarnos sin la posibilidad de esa pelea.
Si no, lo vamos a pagar caro.

Colectivo Editorial ZondeTrope

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