En una postal distopicamente dantesca, 3 pibes pican un porro sentados en la vereda, con los barbijos puestos.
La circunstancia no nos permite detenernos a consultar como habrán de fumarlo y nos vamos arrastrando las dudas entre chistes verdes y algunos otros colores.
El caribe bonaerense, ese caribe profundo que no solemos animarnos a transitar, pinta cuadros surrealistas en medio de la paranoia generalizada. Como en un reducto fuera de toda jurisprudencia, allí todavía se chocan las palmas en señal de saludo y se comparte la birra como contraseña de camaradería.
Nosotros surfeamos por las calles donde todavía no llego el asfalto, alcohol en gel en mano, barbijo, guantes, mascarilla y cigarros. Nos sentimos una patrulla perdida, corte los japoneses que se niegan a creer que termino la guerra. Si algún día me cruzo con el desgraciado que puso nomenclatura a las calles de San Martín, tendrá que rendir cuenta por tantas veredas huérfana de nombre, numero o cualquier otra referencia.
En las insondeables margenes del área reconquista repartimos bolsones de morfi para el viejerio que no debería salir de casa. Somos algo así como una célula de asistencia gerontologica.
El wacherio que tomo las calles nos oficia de guìa turístico y se ríen amistosamente de nuestra desorientación. Como gringos en el amazonas nos sorprendemos cada seiscientos metros. Nuestra formación pequeño burguesa y urbana nos dice que la numeración de las casa se sube cada cien por cuadra y si estamos al 1700, la cuadra siguiente habrá de ser al 1800. La realidad se nos caga de risa y nos hace gastar mas nafta que juventud.
Nos reconforta confirmar que allí donde la cuarentena y las habilidades para esquivar uniformados lleva décadas o siglos, no se ah perdido la solidaridad, y el mas duraznito del maziso es capaz de golpear todas las puertas del pasillo para que Doña Elvira reciba su bolsón de provisiones, que no habrá de salvarle la vida, pero como ayuda. Nos deleitamos con la pibita que sale a mitad de la calle aunque esta este rebosante de mierda para explicarnos que Mateo no vive ahí, que en realidad ella puso su dirección y su teléfono por que el viejo esta mas incomunicado que Julian Assange, un tipo del que jamas escucho hablar pero que le suena anglosajon y lejano. Trato es explicarle que es australiano pero suena una cumbia a todo lo que da y nos colgamos hablando de esta pandemia de mierda que nos tiene a todos con la vida en pausa. Un comando de gurises en bicicleta nos pide barbijos, sacamos un par de la galera y la barriada es una fiesta. Obvio que quieren mas, pero la galera parece que se desfondo y le tenemos que explicar que ya no nos quedan. Reportamos al comando central que las direcciones están al revés, patas arriba como el mundo todo.
Desde el frente oriental el Gitano nos va tirando coordenadas para hacernos mas ligero el paseo por arrabal. Nos marca los puntos calientes con precisión, como si conociera los recovecos bonaerenses por escarnio propio. Nos baja linea entre semáforo y semáforo, mientras junto con las coordenadas del próximo aterrizaje nos envía fotos de la gringeada con sus fusiles automáticos y fascismo de blanquito bruto de Lousiana, parapetados frente a algún edificio publico, protestando por que para cuidar a un par de viejos el gran imperio del norte tiene que ver frenada su economía. Increíble como ejemplares de la misma especia podemos ser tan pero tan distintos. Me regodea, lo confieso, saber que cualquiera de nosotres vale por diez mil de ellos.
Terminamos la misión sin heridos ni prisioneros.
Otro día mas en el planeta tierra.
Apocalipsis Now
Los amantes del cine distópico y apocalíptico encontramos en el Capitalismo una decepción permanente.
Año tras año, crisis tras crisis, afrontamos la dura realidad de seguir con nuestras vidas, nuestras pobres tristes vidas de simples ciervos consumidores, súbditos de un sistema tan entreverado y pragmático que no sabemos hasta que punto finalmente ha echado raíces en nuestras sociedades el gobierno de las corporaciones, los banqueros, las logias masónicas o sionistas y por que no hasta reptilianas.
Y es que cisne negro va, cisne negro viene, pandemia va, pandemia viene, el mundo no se acaba, ni deja de girar por un instante, y todo sigue como esta. Guerras por aquí, guerras por allá, desnutrición por aquí, famosos paseando en yate por allá.Claro que bastante distópica debe ser la vida en los centros de detención Israelíes, donde niños palestinos son torturados para que señalen a sus compañeritos de apedreadas sin que a nadie se le mueva un pelo. Y bastante apocalíptica debe ser la imagen de niños cargando ametralladoras en los pueblos arrasados, humeantes y masacrados del cuerno africano. Pero como nosotres somos occidentales y cristianos, buenos hijos e hijas del cine de Hollybood y los premios Oscar, nuestra sed de pestes que transformen a los humanos en muertos vivientes y canibales, o las apretadas de botón que arrojen al mundo civilizado a la anarquía mas virulenta y descarnada en la pelea por la supervivencia son permanentemente defraudadas. Y es que la pantalla grande y la pantalla chica nos ah preparado para todo, menos para la normalidad. Sabemos que hacer en caso de que zombis harapientos inunden nuestras ciudades, estamos a tiro de ideas si alguien decide finalmente bajar la tecla de la luz, tenemos alguna que otra sugerencia si una guerra bacteriológica se desatara sobre nuestro barrio, pero no tenemos la mas mínima idea de que hacer si es que todo sigue como esta, en esta pesadilla de normalidad permanente, donde el machismo, la xenofobia, el hambre y la injusticia arrastra millones de vidas todos los días, cada minuto, como una gigantesca red en el mar recoge peces.
Den nos al menos, la oportunidad de asaltar una armería con todas las de la ley, o intentar, recordando viejas historias comunales alrededor de un fueguito en los escombros de una metropoli en ruinas, re hacer esta sociedad que ustedes, con nuestro cómplice silencio y beneplácito a doce cuotas sin interés, hicimos mierda.