Llegó a Cefiro hace más de tres años. Compinche de una gran
Capitana de estas lides que emprendía viaje, perro acostumbrado a vivir adentro
en una casa de San Isidro, mal llevado con los otros e insoportablemente
camorrero y jadeante cuando salía a pasear, podríamos decir (en esta lógica de
personificar a nuestros compañeros de cuatro patas) “espécimen con vicios
pequeño burgueses”. La cuestión es que al desembarcar en Cefiro tuvo
reeducarse, tipo arrozales del Vietcong. Cuando la honorable asamblea
deliberante dio el visto nuevo para el ingreso de Zion a la secta, Corbata, el
hijo prodigo de toda esta locura, alter ego de la nave Cefiristica, cazador
furibundo de ruedas en movimiento producto de un trauma de la infancia que ameritaría
otra crónica aparte, candidato a Presidente en el 2015, contestador seria de
mensajes en el Facebook oficial del centro Cultural, en fin, Corbata, crecido a
la par de este sueño colectivo, no era mucho más que un perro adolescente.
Mestizo hijo de la vida, rengo producto del accidente reseñado más arriba,
flaco como todo perro que convive con los hippies, Corbata preocupaba a la
Asamblea. Temíamos profundamente que Zion, perro boxer con papeles, grandote y
bien alimentado, lastimase gravemente o aun peor asesinase a sangre a fría a la
criatura más querida en estas tierras del Caribe Bonaerense.
Como casi siempre, la variación de factores que nadie había
previsto marcan la diferencia y nos regalan sorpresas a veces buenas, a veces
malas, a veces solo sorpresas. La cuestión, es que Corbata le pego tal palisa
al pobre Zion, que aún se habla de ella épicamente cuando la conversación
deriva para el lado de los tomates y las distintas destilaciones empiezan a
hacer efecto. Resulta que Corbata es flaco de tanto correr e ir y venir. Más
bien fibroso. Pasó que Corbata creció amamantando el asfalto, los pasillos y
las jaurías del conurbano. La renguera hizo su aporte. ¿O acaso conocen un
rengo que no sea bravo y mal llevado?
Luego de un tiempo tenso de mordidas, curaciones, griterío,
mas curaciones, etcéteras, Zion y Corbata han llegado a una instancia casi
podríamos decir de convivencia pacífica. Claramente, el segundo tiene al
primero de punto y cada tanto se la aplica, pero en líneas generales, se ah
logrado que la cosa funcione. Junto con ello, aunque por lo visto las mañas que
refieren a romper bolsas de basura han persistido, Zion se ha hecho parte del
espacio como el que más. Casi podríamos decir que se ha convertido incluso en
un factor ordenador de la hippiada en lo que refiere a su cuidado y más o menos
su alimentación, problema antes inexistente ya que desde cachorro Corbata había
demostrado autonomía y suficiencia. Como todo perro con pedegree, Zion sufre
los achaques de su biología toqueteada y de obsolencia programada; que las
cataratas, que la otitis, que los riñones, que la “dermatitis canina” por las
pulgas, que la cadera, “che ese tumor se puso feo”, “qué onda esa verruga”, y
alguna otra cosa que puedo estarme olvidando. Con eso, con todo eso que el
chabón arrastra, aun nos acompaña. Su voluntad de vivir es admirable.
Deberíamos llevarlo a esos centros de atención al suicida. Cada vez que alguien
dice “che este esta re jugado, mira como tiembla”, el loco reflota. Conozco
criaturas con pulgar oponible que no han sobrevivido a les hippies tanto como
Zion.
Otro que pareciera gozar de buena salud es el Capitalismo. Y
digo “pareciera”, porque en realidad su carpeta clínica da cuenta de un agudo
cuadro de deterioro, inestabilidad y descomposición de sus órganos vitales. Hay,
por empezar, dos de estos que hacen al funcionamiento de capitalismo como lo
conocemos, uno es el sistema de saqueo de fuentes de energía (humana + bienes
comunes, mal denominados recursos naturales), la otra es el sistema del dinero.
Este es el párrafo donde lectores y lectoras comprenden que han sido
terriblemente estafadas, por esta nota, claro.
Hoy dia el mundo y su sistema de gobierno universal gira en
torno a las energías producidas mediante combustibles fósiles. El petróleo y el
gas son las energías que hacen la rueda girar en todos sus aspectos, de la producción
de alimentos a gran escala a la fabricación de tecnologías imprescindibles para
el desarrollo humano. La llegada de estos alimentos a las ciudades, su procesamiento
o cocción y la generación de energía eléctrica para sostener lo denominado “civilización”.
Estos, como todos sabemos, son bienes finitos y cuya extracción y procesamiento
demandan altísimos costos ambientales. A su vez, el dominio de estos bienes estratégicos
son la punta de lanza del control y dominación del Imperio de nuestra época por
sobre el resto de las naciones y los pueblos que ellas involucran. Podríamos
definir en una línea cronológica sumamente caprichosa un punteo de los imperios
de mayor envergadura que han sido la punta de la pirámide en las épocas que las
ha tocado dicha condición. El imperio Romano. El imperio Ingles. El imperio
Norteamericano, el imperio Financiero Global. Claro que entre ellos hubo otros,
si los excluimos de la lista es por qué en algún momento, los nombrados
consiguieron invadir, conquistar o aniquilar a sus competidores contemporáneos.
Un punto tienen en común, todos han sucumbido ante agentes foráneos o por
debilidad militar lisa y llana, o por una debilidad militar combinada con una
incapacidad de autosuficiencia y autonomía de recursos, principalmente energéticos.
Convengamos que la existencia de la militarización no es otra que, la “necesidad”
de expansión en busca de recursos y bienes que no podemos producir en casa. La
cosa se puso en verdad complicada desde el momento en que la supervivencia de
un imperio o su implosión dejo de limitar sus efectos de onda expansiva a los límites
de su territorio más algún vecino, y pasó a ser un serio problema de
supervivencia global.
La escasez cada vez más pronunciada de petróleo y gas
natural no debiera ser un misterio o una sorpresa para nadie. Si alguien se
está enterando en este momento, lamentamos ser portadores de malas noticias y
no es para alarmarse, pero TODOS VAMOS A MORIR. Es un chiste, o al menos en
sentido figurado, ya que técnicamente todos vamos a morir tarde o temprano y
por suerte para este bendito planeta, pero de lo que se trata es de cual
calidad de vida tenemos, tendremos, y dejaremos en herencia para quienes siguen
detrás nuestro en la carrera de la vida. Como decíamos entonces, los recursos energéticos
predominantes escasean cada vez en mayor gravedad. Ya no alcanza solo con
desarrollar nuevos métodos de extracción, o mandar a un pueblo a la edad de
piedra y condenar a su población a la guerra, la miseria y la violencia más
descarnada para hacerse de sus recursos a la fuerza. Simplemente, se acaban, no
hay más. La industria del petróleo, socia indispensable del lobby financiero,
la industria armamentista, automotor y farmacéutica, lo sabe a la perfección.
El silencio entonces imperante en la sociedad sobre el serio problema que
habremos de enfrentar en un futuro bastante cercano, solo se compara con el
desesperante control que los mismos cárteles imponen sobre las patentes de tecnologías
más limpias, avanzadas, y ya disponibles (es decir que ya existen, aunque no se
pongan en conocimiento del público y mucho menos a su disposición). La
potencialidad de la energía heolica, la energía solar y la producida por las
mareas y corrientes oceánicas, utilizándose de forma combinada, alcanzarían para
abastecer el 100% de la energía necesaria para el consumo de la humanidad. Si
nos ponemos un poco más fino, y si hablamos del electromagnetismo y la energía geotérmica,
teoría ya desarrollada y demostrada por el loco Tesla hace más de 80 años,
resulta que la energía limpia e infinita está más que a disposición y el mundo podría
prescindir de los combustibles fósiles. Pero hay un problema, problemón: las energías
infinitas no entran en la lógica de la oferta, la demanda, y su generación de
lucro económico. No tiene sentido venderle a nadie algo que está disponible
para todos y todas. Se pierde la capacidad de control plenipotenciario, y con él
la dominación. ¿Pero si el capitalismo tiene el control absoluto sobre la energía
utilizada actualmente, y tiene también el control en términos generales de las energías
limpias y renovables mediante el acaparamiento de las patentes sobre su tecnología
y los materiales necesarios para su producción… por que decimos que este órgano
vital está enfermo y en descomposición? Porque si bien el control mencionado es
cierto, la agudización de conflictos sociales y ambientales que trae consigo su
mantenimiento empiezan a hacer quebrar las bases mismas de la supervivencia de nuestra
especie, es decir, la capacidad del planeta de soportar ese consumo y
regenerarse a tiempo, y la tolerancia del humano frente a un sistema que atenta
contra su propia existencia.
La segunda cuestión, el dinero.
A todos, quien más quien menos, nos habrán torturado desde pequeños cada vez que incurríamos en alguna mentira, con que “la mentira tiene patas cortas”. Pues bien, el dinero como lo conocemos claramente anda al raz del sueño y siguiendo la analogía no debiera tener mucho por delante. Resulta que el dinero actual reúne una serie de condiciones que lo hacen no solo absolutamente insostenible como sistema, sino que lo transforma en una falacia en la que todos hemos quedado atrapados. La Matrix.
El dinero que determina las fortunas de una persona, de una corporación,
de un gobierno, de un bando, es algo intangible que solo existe en la pantalla
de una computadora. Una ecuación de unos y ceros según la cual una sola persona
posee una fortuna mayor al Producto Bruto Interno de todo Burundí, o según la
cual una corporación multinacional tiene un capital igual al presupuesto anual
de Portugal.
Si todo el dinero que figura en las pantallas existiese en
verdad, no solo habríamos agotado hasta el último tronco en búsqueda de papel,
sino que el planeta sería un astro muerto tapado billetes flotando en el
universo.
Que pasa entonces. El dinero se ha transformado primero en
una moneda fiduciaria (1), es decir,
en un bien respaldado en nada, más que una supuesta confianza en su valor. La
tecnocracia enquistada en el poder, heredera de miles de año de
perfeccionamiento de la manipulación y el ejercicio del poder, han logrado
crear una ingeniería de intercambio que mantiene a la perfección una lógica de
auto – esclavitud:
Para hacerse de un hogar, alimentarse, satisfacer cualquier
necesidad que tuviese y reproducirse la humanidad debe trabajar produciendo
riqueza, bienes y servicios por dinero. En algunos lados 6 horas en una
oficina, en otros 12 en una fábrica, y en otros 20 extrayendo coltán entre los
gases mortales de las minas Congolesas. Quienes más, quienes menos, todes agarrades de los pelos. Las posibilidades
de cada persona dependen de multiples factores que nada tienen que ver con
ella. Extracción social, región del mundo, lugar de nacimiento, etc, etc.
Cada billete físico creado en la actualidad trae consigo
asociado un porcentaje de interés. Es decir, cada billete que existe vale un
billete y un poquito más. Si todo el dinero que existe trae consigo una deuda, ¿Dónde
está el dinero para que la deuda se salde? Simplemente, no existe. La deuda,
como la conocemos, es una trampa sin salida. Para que la rueda no se detenga,
lo que se hace es imprimir más billetes, pero si, lo que determina el precio
alto de las cosas, es su escasez, cuando se imprimen billetes es necesario
bajar el valor de los ya existentes y los recién creados, para así mantener las
cadenas igual de pesadas. Eso lo conocemos como inflación. Si nunca te
preguntaste quienes fabrican el dinero, es un buen momento para hacerlo.
Entonces, retomando esta idea simplista de que el capitalismo tiene dos órganos vitales seriamente comprometidos, podemos decir que su lógica predatoria de una sociedad de consumo basada en el derroche, la obsolencia programada. Y el fetichismo de banalidades y lujos carentes de utilidad práctica, nos empuja desde un ya triste mundo donde las guerras por el control de los combustibles fósiles son moneda corriente, a un mundo donde la enorme mayoría de los seres humanos no dispondrá de energía para satisfacer sus necesidades y sostener una lógica alguna de desarrollo.
Por otro lado, lo único que pareciera tener valor en nuestra
era, es algo que no sirve absolutamente para nada verdadero en sí mismo. No se
puede comer, no se puede tomar, no abriga, no hace andar un vehículo, no cura
enfermedades, no nada.
La historia de la caída del Imperio Romano es apasionante. La imposibilidad de seguir atravesando océanos y desiertos para expoliar otros pueblos, sumado a el agotamiento del oro que había viajado a lejanas tierras para traer animales exóticos, pieles y piedras preciosas y otras chucherías, dejo al mayor imperio de la antigüedad sin un bien preciado con que comerciar con sus vecinos, y su economía implosionó. Las monedas que llegaron a ser íntegramente de oro o plata, se degradaron hasta ser unas chapitas de cobre repudiada por los comerciantes, y por ende, insignificante. El despilfarro de su clase dominante netamente parasitaria y el consumo irresponsable de la leña de toda su sociedad los transformo en una tierra arrasada por las inundaciones, las sequías y las hambrunas producto de la desforestación y la falta de energía para cocinar sus alimentos. Agrandaron tanto los límites de sus dominios que la impresionante maquinaria militar que se había crecido y ampliado para su conquista se transformaron en mercenarios y saqueadores armados.
La herencia que dejó el caída del Imperio Romano su
conducida por la Iglesia Católica y el puñado de reyezuelos y señores feudales
que montaron sobre las ruinas del caído imperio, lo que conocemos como 1.000
años de obscurantismo, o edad Media. Donde durante mil años se anula toda
posibilidad en Europa de ciencia, arte, y sentido común. Donde las mujeres eran
quemadas en la hoguera acusadas de brujas por tener un orgasmo, o no querer
tenerlo (entre otras muchas razones, todas políticas, todas humanas). Donde
ciervos y ciervas al servicio del señor eran las humanidades nacidas bajo el
sol so pena de guillotina y otros suplicios. Donde bañarse era pecado y como
los gatos eran enviados de lucifer y debían ser exterminados, las ratas tomar
el control de Europa causando la muerte del 30% de su población y alrededor de
100 millones de personas en todo el mundo.
Como dijimos, la globalización, aparte de las redes sociales
y la simultaneidad de información, no ha dado el regalo también de que un
resfrío en determinados lugares se transforme en un eficema pulmonar
irreversible a nivel global. Hoy nos levantamos optimistas y creemos que
estamos a tiempo de cambiar las cosas. Pero algo es seguro, tenemos que
ponernos a laburar lo antes, aunque la tecnología y el desarrollo intelectual para
solucionar esto ya existe, el Capitalismo rapaz y descarnado tiene más ganas de
vivir que Zion.