Es hora de levantarse, querides.

Argentina es un país montaña rusa, pero con hipertensión. Como un mal viaje a través de la cueva del conejo hacia el país de las maravillas, donde la sociedad funge de una Alicia trastornada por el consumo problemático de la viscosa sustancia de la manipulación mediática.
Pobres pagadores de alquiler y microondas en 36 cuotas defendiendo a cacerolasos pulpos empresariales que fugan millones de dolares mientras sus representantes pasean en yate y vacacionan en Dubai.
Periodistas mas sucios que una papa dando lecciones de moral impositiva, ciudadanía y virtuosidad.
Escándalos monumentales de teléfonos pinchados y espionaje con olor a sótano que destapa una olla de mierda sin que a la prensa de saco y canapé se le frunza la nariz, aunque si

Llevando la falta de consciencia de clase y el desconocimiento histórico hasta el paroxismo, una porción discutiblemente considerable de la población se rasga histrionicamente las vestiduras en nombre de una libertad que les es negada cotidianamente a la mayoria de ellos y de ellas. La libertad de propiedad. Y aun peor, la libertad de propiedad empresaria.
Salen en defensa de Vicentin, una monstruosa trasnacional que colabora tozudamente en que en el país del trigo, los cereales y las vacas un montón de pibes y pibas pasen hambre. Dueña de campos, molinos, cabezas de puerto, lineas de distribución, prensas, etcétera, etcétera, retiene sus cosechas o las vende por izquierda evitando tributar al Estado, adeuda miles de sueldos desde el mes de abril, le pidió guita a todos los bancos nacionales, la fugo a paraísos fiscales, especuló subiendo los precios de la comida y puso de remate la mayor empresa alimenticia del país arriba de la mesa de la timba Norteamericana, China y Alemana.

El Grupo Clarín, que en otros tiempos fue un pasquín fascista llamado Clarinete y se transformo en el dueño de la opinión pública quedándose con empresas arriba de una mesa de torturas y otras gracias del estilo, da la voz de alarma veloz entre los dueños del mango, de la sartén y de la hornalla.
La amenaza del cuco comunista se moderniza con en el temor por el Chavismo, nuevo fantasma que recorre que las sociedades engañadas por el fetiche de la propiedad privada y la deformación de los derechos individuales.
Hablan de las expropiaciones de empresas, de libertad, y derechos, como si alguno de estos conglomerados de ricachones y sinverguenzas, dueños de la riqueza que nos pertenece a todes, explotadores de generación enteras de trabajadores y trabajadoras, contrabandistas y evasores merecieran algo de ello.
Y es que resulta que en este bendito pedazo de tierra bajo el sol, el «empresariado nacional» como motor del desarrollo justo y soberano, murió en el huevo allá lejos y hace tiempo. Lo hizo junto a la revolución que dio nacimiento a este ezquisofrenico país de la mano de tipos como Manuel Belgrano y Mariano Moreno. Allá lejos, y hace tiempo.
Claro que hubo calurosos y dignos intentos de revivirlo, pero los malos imperialistas que nos compran y los peores criollos que nos venden no lo han permitido, pues es sabido que el capitalismo es una cancha inclinada para un solo lado.

Desde esta humilde tribuna juntamos las cejas y apretamos los dientes empujando con fuerza el carro de la historia, en la convicción de si no es hoy será mañana, pero algún dia daremos vuelta la tortilla pateando la sartén, la hornalla y haciéndonos dueños y dueñas legitimas de la cocina donde se cuese nuestro futuro como sociedad.
Decidiendo con justicia la distribución del pan que nos llena la panza y la leña que nos calienta los huesos.
Dando a falseadores malintencionados de la verdad el lugar de despreciable que merecen.
Compartiendo el paso por la vida con cada cual según su capacidad y dando a cada cual según su necesidad, como dice el viejo lema.
Donde tipos como Nicolas Caputo no puedan hacer millones a costa de los pibes y pibas de nuestro pueblo y luego fugarse a Nueva York.
Donde pibes y pibas como cualquiera de quienes cayeron ayer y hoy bajo el asesino borseguí policial puedan vivir una vida digna de ser vivida.
Donde no compremos como mansos corderos el chamuyo de un caníbal desdentado enseñando a masticar.