VA SIENDO (A)HORA

En un contexto donde el ruido ensordecedor de los números pandémicos aturde la verborragia mediática, es imprescindible afinar la oreja y alinear el olfato, para que no se nos escapen algunas de las discusiones mas imprescindibles del futuro inmediato, ni el olor a podrido del tren fantasma de turros que, quedando un poco menos a cubierto de la cortina de impunidad de que suelen gozar, muestran que son los dueños de la manija y se pasan el voto popular ahí donde no les pega el sol.

En el país de la vacas, 4to productor mundial de carne, el índice de consumo de carne cae en picada, y acumula un 65% de aumento de precios de carne en lo que va del año.
Cinco frigoríficos cuyas ganancias están en récords históricos, igual que las cerealeras y la producción agrícola en general, determinan el precio exorbitante de la carne en las mesas argentinas.

Que, en un momento de crisis económica y sanitaria mundial sin precedentes, pero también de fantásticas ganancias del sector agroexportador, el precio de la comida este tan desfasado del bolsillo de los y las laburantes, tiene varios adjetivos: es de una miserabilidad humana importante, y de una mala leche política y pretensiones desestabilizadoras de iguales medidas.

El gobierno no define los precios, y pero es al gobierno a quien el pueblo ah de señalar como el responsable de la inflación, y acá entra en juego una doble problemática.
El gobierno pareciera ser bastante malo a la hora de comunicar las cosas por su nombre identificando a los actores económicos responsables de las penurias populares, pero pareciera tener aún mas dificultades para, sabiendo quienes son, poner realmente el punto sobre las íes y utilizar el poder constitucional conferido por el voto para terminar con esta larga joda de pocos ganadores de mucho y muchos perdedores de todo.

El efecto Vicentin sigue su cola de arrastre.
Fraudes empresariales de proporciones bíblicas que salieron a la luz pública se amontonan en la memoria demasiado corta que atrofia la corporación mediática igual de sucia que sus colegas de otros rubros. La concesión portuaria del Paraná y sus rutas navegables abrió una herida que muchos intentan tapar a toda costa del sol, antes que se pudra lo suficiente como para que su olor sea indibujable.
Ahora, cinco frigoríficos y un puñado de cerealeras socaban la gobernabilidad haciendo imposible a la gente comer como corresponde, y como en una tragedia griega, el gobierno pone una tonelada de guita en programas sociales que terminan yendo a parar, vía inflación, a los bolsillos de la misma gavilla de delincuentes que le aprietan el cinturón a la gente: 5 frigorificos y 10 megaexportadores agrícolas.
Adivinen: son en un 75% corporaciones de capital extranjero.

El comercio exterior argentino esta controlado por corporaciones internacionales y puñado de cipayos locales. La carne, los granos, mueven fortunas en negro y suben los precios para caldear el animo social. En los puertos los barcos salen sin pesar su contenido, parece joda pero es la absurda verdad. Basta la firma de una declaración jurada de la empresa exportadora para dar fe de cuanta guita lleva cargada en el barco.

La fuga equivale a varias veces el pago de la deuda externa que este mismo sector económico contrajo varias veces a costa de cada laburante desde el Cabo San Pio a la quiaca norteña. Y esto es posible, porque la concentración mediática hace lo que se le canta en gana y labura en servicio de la embajada y sus entidades de crédito y grillete.
El Grupo Clarín y la Nación, popes de la comunicación argentina, desoyen desde el vamos las reglamentaciones del Poder Ejecutivo que determinaron que las telecomunicaciones son un derecho humano inalienable y por ende se las considera un bien público. En la cara de un público impávido se nos cagan de risa y demuestran estar más allá de toda ley y todo gobierno. Ellos son el gobierno que no vota nadie. Y lo hacen de la mano de la corporación judicial con quienes juega al ajedrez entre gallos y medianoches con la vida de 44 millones de personas.

El escándalo de un transa de cuello blanco simpáticamente apodado Pepín huele tan mal como la olla de jueces, espías, periodistas y aprietes que destapo el caso Dálessio, ya tristemente olvidado pero de cuya piola sigue salpicando mierda a diestra y siniestra.
Hoy, el pedido de captura internacional de Pepin Rodriguez Simon, operador judicial estrella del macrismo, debería decantar en el inesquivable pedido de explicación al juez de la suprema corte Rosenkratz, de por qué recibió 60 llamadas de este oscuro personaje de la rosca de tribunales.

Entonces.
La democracia no se defiende con buenos modales y simpáticas reuniones consensualistas. La democracia real, esa que pugna por la mejoría de las condiciones de vida materiales y ontológicas, se defiende con la acción política en la mano firme y el codo recto. La feliz convivencia de explotadores y explotadas es un cuento de la infancia, es una falsedad de la idea de democracia capitalista de cara sonriente fabricada con trabajo esclavo en el sudeste asiático… o en las haciendas de los Echevere en la provincia de Corrientes.

Va siendo hora de sacarle la pauta a Clarín y La Nación, poniéndolos en el lugar que les corresponde, y que el gobierno deje ridículamente de financiar a lo más antidemocrático del paradigma moderno: el oligopolio comunicacional.

Va siendo hora de que los formadores de precio rindan cuentas, y que el gobierno de un país productor de alimentos se ocupe de que morfar sea un derecho adquirido y no un juntadero de sangre sudor y lágrimas. 

Va siendo hora de que el gobierno, se cargue el Estado al hombro poniendo los operadores judiciales y de la embajada que nos condena a retroceder 50 casilleros cada vez que tiene oportunidad, en el lugar que corresponde, ese donde no puedan jodernos la existencia.

Va siendo hora de la Junta Nacional de Granos, de la Junta Nacional de Carne, de la Ley de Medios de Comunicación Audiovisual irrestricta, de la democratización judicial inamovible, de las Cadenas Nacionales, del ajústese a derecho, del se acabó el por favor, de la condena publica de la desestabilización política, de la prendida de luces que deje al descubierto la mano detrás de la cortina, que pretende condenarnos a ser un pueblo dependiente, desindustrializado, colonizados mentalmente y subordinado al patrón de estancia de turno.

Si el gobierno no se rescata de que la historia no espera y que esta partida no puede perderse, correremos el riesgo de que se diluya en el desencanto uno de los últimos partidos de masas que aun persiste en este rincón del planeta, dejándonos culo al norte y con los pantalones bajos, esperando la servida de quien financia la mano, la cortina y el coro estable de vende humo que nos distrae del bosque con un árbol de mimbre.

Colectivo Editorial ZondeTrope