Default y Meteoritos

El virus mediático se expande a mas velocidad que el escupitajo imposible de la comilona con amigues suspendida por decreto.
La palabra Default sobrevuela los informativos entre partes médicos y estadísticos. A esa palabreja del mundillo económico ya le hemos perdido un poco el respeto, y hasta la miramos de costado aveces diciendo: «y dale» Que se la vayan a cobrar al que se la pidió. Los buitres rondan cuando sienten olor a sangre, pero siempre se los puede agarrar a piedrasos, hasta la ultima tosca.
En nuestra hermana Chile, que sería como la que si se fue con el viejo maltratador y pervertido del Norte Imperialista, se notan los costos de la mentira del modelo. El hambre que nunca se fue vuelve a ocupar las anchas alamedas a las que hacia referencia el último chileno. El perraje mas indigno de América Latina pega y pega garrotasos y gas lacrimogeno pero con el barbijo puesto.
En el sur, de este o del otro lado de la cordillera, todos tienen sangre mapuche, algunes en las venas y otres en las manos. Allí se puede ver la prospera industria del despojo y la violencia oligárquica y empresarial gozar de muy buena salud en plena pandemia.

Mientras acá nos seguimos preguntando cuantos milenios mas vamos a vivir en la incertidumbre, los gringos juegan con la patente de una vacuna producida a la velocidad de Hollywod para una enfermedad que vaya uno a saber como en 6 meses puso a todos los bancos a resguardo y a todas las personas en su casa.
La NASA ya asegura que ningún meteorito con forma de mascarilla golpeará la Tierra en la próxima quincena, pero parece que el descubrimiento de un universo paralelo donde el tiempo corre hacia atrás, la posibilidad de una nueva era glacial, y la desmagnetizacion progresiva del planeta están a la vuelta de la esquina.
¿Es acaso, mucho pedir, 4 empanadas de jamón y queso y litro y medio de cordura?
No lo se Rick, parece falso.

UNA CARTA. CÁRCEL Y CASTIGO (y fake news)

Un amigo me escribe una carta, puede que sea un romantico o que tenga problemas de trastorno bipolar, o quizas ambas cosas. Me dice:

Una vez, cuando llegaba donde siempre, al doblar la esquina quede, antes de tiempo, duro como alfajor de maizena al sol.
Resulta que el domicilio a donde me dirigía, la casa de un, pongamosle, amigo, estaba rodeado de sirenas azules y gente uniformada, como en las escenas gringas de redadas a todo culo. De las grandes. Cada tanto me pregunto: ¿Que hubiera pasado si, en una casualidad catastrófica, yo no llegaba tarde ese día? Luego crecí y deje de meterme en semejantes problemas tan carentes de sentido. Pero tuve otros.

Como esa vez que totalmente desequilibrado por un alquiler impago una pareja frustrada y una responsabilidad insostenible mande al oficial de policía que me decía que no podía trabajar ahí y que me las tome, a la recalcada concha de su puta madre, o algo así. Me patearon entre varios antes de alojarme sin costo adicional en la suite con mas olor a meo de la comisaria. Recuerdo firmar un autógrafo que decía «atentado a la autoridad y lesiones».

También me gane una noche gratis en una suite parecida el día que por alguna razón termine otra vez entre varios borcegos policiales por una escaramuza de estos con unos músicos de la calle Florida, cuando todos saben bien que mis capacidades musicales son escandalosamente inexistentes y no puedo cantar en la ducha por intimación de Agua y Saneamiento Argentina.

Siempre miré con un poco de envidia a mi abuela. Resulta que mis hábitos de consumo, hasta donde es empíricamente comprobable inofensivos, son mas propensos a generarme una estadía indeterminada en Devoto que los de ella, que traga Alplax como si fueran caramelos. Lo de la envidia es claro solo una figura literaria.

Son incontables las marchas terminadas en quilombo en las que podría haberme visto envuelto en la tan aplaudida ley antiterrorista. Yo que me cargue cuanto mucho un par de baldosas, No ellos, que son capaces de gasear jubilados y dispararle a maestras de 1er grado.

Recuerdo al menos una docena de oportunidades, mas o menos audaces, mas o menos divertidas, mas o menos justificadas o sensatas, en las que por H o por B, podría haber tenido que vérmelas con ese sistema judicial de mármol y cometas, lento como reloj en cuarentena para los pobres diablos que caen en su telaraña pero rápido como excarcerlacion de barrabrava para los que pagan fianzas con las que cualquier hijo de vecino viviría toda una vida de necesidades básicas satisfechas. Tomas de terrenos. Recuperación de fabricas. Desenmascaradas de monumentos infamantes. Aguante de desalojos injustos.

La sola idea de perder mi libertad es algo que me congela las tripas. Pero mas me asusta la violencia. Si bien puedo disfrutar del pintoresco cuadro de una lluvia de piedras sobre los sicarios a sueldo, detesto la violencia, y por sobre todo, le temo profundamente. Me imagino lo que creo saber, que es muy poco, sobre las cárceles argentinas. El hacinamiento brutal de cuerpos dolientes castigados. El hambre que desata el caos. Las ratas que rondan con mas libertad que las personas. Las torturas del servicio penitenciario. Las violaciones. La maldad descargada sobre tus parientes que van a visitarte. Los filos de las facas. Los pabellones liberados para descomprimir cada tanto la superpoblación. Los miles de pibes en cana por un faso, por un piedraso, por mala suerte, por error, por corajudos, por pobres, por hambrientos, por adictos, por equivocados, encerrados entre violadores y asesinos que reinan dentro de la cárcel con beneplácito y aliento de guardianes y directivos.

Hace algunos días veo un montón de gente que ah compartido conmigo muchos momentos en la vida, hablando de la cárcel con una soltura desvergonzada. Y peor, muchas de esas personas, por iguales o similares motivos que yo, podría hoy encontrarse en esa picadora de carne que es el servicio penitenciario. Leo en sus redes sociales comentarios que harían ruborizar de espanto al mas fascista de los enanos que me habitan. ¿Como llegamos a esto? Abro virtualmente al Gran Diario Argentino, enciendo la radio al azar, prendo la tele a ver que dice el blues del noticiero, y comprendo todo. Veo en marcha una de las operaciones de odio y temor mas grande de las que tenga memoria. Las mentiras descaradas y las verdades a medias chorrean por todos los poros informativos. Se fogonea con artillería pesada los mas tenebrosos fantasmas de una sociedad falsamente progresista y ya suficientemente asustada. Se deforma la verdad hasta la ridiculez en pos de herir de muerte a un gobierno que lejos de ser su enemigo es el menos complaciente con la avaricia y mezquindad de los dueños de la posverdad. Se pretende inculpar al mismo de calamidades producidas por los propios amigos del poder mediático.

¿Nadie se da cuenta que los jueces que liberan violadores y homicidas fueron nombrados y mimados durante el gobierno de la infamia? ¿No se rescatan que después de mansillar quince años con la puta división de poderes ahora se hacen los giles? ¿No sabemos todos acaso que la cárcel esta echa para que el pobre nunca salga y el rico nunca entre? ¿Nadie piensa que hay un montón de gente inocente, o como mínimo totalmente inmerecedora de estar en la cárcel, que podría irse a su casa o estar en otro lado antes de que semejante bomba de tiempo explote? ¿No saben que la mayoría de los que están en cana nunca le vieron la cara a su abogado, y del juez ni la sombra?

Nada mas fascista que un burgués asustado. Vos que haces un programa de radio amigo, te envió esta carta para desahogarme de tante pelotude suelte.

Crónicas Marcianas

En una postal distopicamente dantesca, 3 pibes pican un porro sentados en la vereda, con los barbijos puestos.
La circunstancia no nos permite detenernos a consultar como habrán de fumarlo y nos vamos arrastrando las dudas entre chistes verdes y algunos otros colores.
El caribe bonaerense, ese caribe profundo que no solemos animarnos a transitar, pinta cuadros surrealistas en medio de la paranoia generalizada. Como en un reducto fuera de toda jurisprudencia, allí todavía se chocan las palmas en señal de saludo y se comparte la birra como contraseña de camaradería.
Nosotros surfeamos por las calles donde todavía no llego el asfalto, alcohol en gel en mano, barbijo, guantes, mascarilla y cigarros. Nos sentimos una patrulla perdida, corte los japoneses que se niegan a creer que termino la guerra. Si algún día me cruzo con el desgraciado que puso nomenclatura a las calles de San Martín, tendrá que rendir cuenta por tantas veredas huérfana de nombre, numero o cualquier otra referencia.
En las insondeables margenes del área reconquista repartimos bolsones de morfi para el viejerio que no debería salir de casa. Somos algo así como una célula de asistencia gerontologica.
El wacherio que tomo las calles nos oficia de guìa turístico y se ríen amistosamente de nuestra desorientación. Como gringos en el amazonas nos sorprendemos cada seiscientos metros. Nuestra formación pequeño burguesa y urbana nos dice que la numeración de las casa se sube cada cien por cuadra y si estamos al 1700, la cuadra siguiente habrá de ser al 1800. La realidad se nos caga de risa y nos hace gastar mas nafta que juventud.
Nos reconforta confirmar que allí donde la cuarentena y las habilidades para esquivar uniformados lleva décadas o siglos, no se ah perdido la solidaridad, y el mas duraznito del maziso es capaz de golpear todas las puertas del pasillo para que Doña Elvira reciba su bolsón de provisiones, que no habrá de salvarle la vida, pero como ayuda. Nos deleitamos con la pibita que sale a mitad de la calle aunque esta este rebosante de mierda para explicarnos que Mateo no vive ahí, que en realidad ella puso su dirección y su teléfono por que el viejo esta mas incomunicado que Julian Assange, un tipo del que jamas escucho hablar pero que le suena anglosajon y lejano. Trato es explicarle que es australiano pero suena una cumbia a todo lo que da y nos colgamos hablando de esta pandemia de mierda que nos tiene a todos con la vida en pausa. Un comando de gurises en bicicleta nos pide barbijos, sacamos un par de la galera y la barriada es una fiesta. Obvio que quieren mas, pero la galera parece que se desfondo y le tenemos que explicar que ya no nos quedan. Reportamos al comando central que las direcciones están al revés, patas arriba como el mundo todo.
Desde el frente oriental el Gitano nos va tirando coordenadas para hacernos mas ligero el paseo por arrabal. Nos marca los puntos calientes con precisión, como si conociera los recovecos bonaerenses por escarnio propio. Nos baja linea entre semáforo y semáforo, mientras junto con las coordenadas del próximo aterrizaje nos envía fotos de la gringeada con sus fusiles automáticos y fascismo de blanquito bruto de Lousiana, parapetados frente a algún edificio publico, protestando por que para cuidar a un par de viejos el gran imperio del norte tiene que ver frenada su economía. Increíble como ejemplares de la misma especia podemos ser tan pero tan distintos. Me regodea, lo confieso, saber que cualquiera de nosotres vale por diez mil de ellos.
Terminamos la misión sin heridos ni prisioneros.
Otro día mas en el planeta tierra.

Apocalipsis Now

Los amantes del cine distópico y apocalíptico encontramos en el Capitalismo una decepción permanente.
Año tras año, crisis tras crisis, afrontamos la dura realidad de seguir con nuestras vidas, nuestras pobres tristes vidas de simples ciervos consumidores, súbditos de un sistema tan entreverado y pragmático que no sabemos hasta que punto finalmente ha echado raíces en nuestras sociedades el gobierno de las corporaciones, los banqueros, las logias masónicas o sionistas y por que no hasta reptilianas.
Y es que cisne negro va, cisne negro viene, pandemia va, pandemia viene, el mundo no se acaba, ni deja de girar por un instante, y todo sigue como esta. Guerras por aquí, guerras por allá, desnutrición por aquí, famosos paseando en yate por allá.Claro que bastante distópica debe ser la vida en los centros de detención Israelíes, donde niños palestinos son torturados para que señalen a sus compañeritos de apedreadas sin que a nadie se le mueva un pelo. Y bastante apocalíptica debe ser la imagen de niños cargando ametralladoras en los pueblos arrasados, humeantes y masacrados del cuerno africano. Pero como nosotres somos occidentales y cristianos, buenos hijos e hijas del cine de Hollybood y los premios Oscar, nuestra sed de pestes que transformen a los humanos en muertos vivientes y canibales, o las apretadas de botón que arrojen al mundo civilizado a la anarquía mas virulenta y descarnada en la pelea por la supervivencia son permanentemente defraudadas. Y es que la pantalla grande y la pantalla chica nos ah preparado para todo, menos para la normalidad. Sabemos que hacer en caso de que zombis harapientos inunden nuestras ciudades, estamos a tiro de ideas si alguien decide finalmente bajar la tecla de la luz, tenemos alguna que otra sugerencia si una guerra bacteriológica se desatara sobre nuestro barrio, pero no tenemos la mas mínima idea de que hacer si es que todo sigue como esta, en esta pesadilla de normalidad permanente, donde el machismo, la xenofobia, el hambre y la injusticia arrastra millones de vidas todos los días, cada minuto, como una gigantesca red en el mar recoge peces.
Den nos al menos, la oportunidad de asaltar una armería con todas las de la ley, o intentar, recordando viejas historias comunales alrededor de un fueguito en los escombros de una metropoli en ruinas, re hacer esta sociedad que ustedes, con nuestro cómplice silencio y beneplácito a doce cuotas sin interés, hicimos mierda.