CONVOCAR, CONVENCER, CONVERTIR. Apuntes sobre la juventud.

A veces las lecturas que pretenden ser objetivos análisis de coyuntura, la mirada puesta en la línea fronteriza de la táctica y la estrategia, las conclusiones grandilocuentes y determinantes de la geopolítica, se chocan de lleno, de frente, y de hecho, con una realidad pestilente y aplastante, un cuco viscoso y desagradable, pero de carne y hueso: el desencanto popular con la política tradicional, y, peor aún, el desprecio de la juventud por la política popular.

Por que seamos sinceros, si la rosca y la perolata de café entre indignaciones panfletarias nos resulta no solo insuficiente, sino saboteadora de procesos de cambio verdaderos, que alteren de una buena vez por todas este partido arreglado de ante mano donde, con la cancha inclinada y vuelta a inclinar, ganan siempre, absolutamente siempre, los mismos, entonces lo que hace falta es una revolucion.
Y si vamos a seguir siendo sinceros, no hay antecedente en la historia donde una revolucion sea echa por viejos. O, si se quiere, para ser mas justos, no hay antecedente donde una revolucion echa por viejos lleve a buen puerto y no sea meramente un cambio de piezas en un régimen igualmente injusto, despótico y anacrónico.
Entonces, la revolucion de un mundo mejor, es necesariamente una acción de la juventud.
No hay proceso revolucionario viable, duradero, y con pretensión de justicia, sin juventud revolucionaria.
Lo siento mucho por que quienes, aún preservando su juventud a prueba de balas, con una actitud envidiablemente juvenil, ya han dejado de pertenecer a esa partida. Y mas lo lamento aún, por a quienes como yo la juventud aun en vigencia se nos empieza a escurrir, lenta pero inexorablemente, entre los dedos de la vida. Pero a no entristecerse, la peinada de canas es, en algunos casos, valiosísimo estante donde colgar, a la buena vista, los errores cometidos en el camino, con el afán de que los mas despabilados de la generación subsiguiente se eviten el tropiezo pre anunciado y de ser posible corran para siempre esa piedra del camino de la historia.

La decepción, el desinterés, y hasta la reticencia a la política de los pibes que oscilan entre los 16 y los 25 años es una señal de alarma de enorme trascendencia. Pues todos los manuales que leímos, y los que no leímos también, alertan sobre la irreductible verdad de que, lugar no ocupado por uno, es lugar ocupado por el enemigo. Y ahí están los Milei disfrazándose de caballero del zodiaco y autodenominándose libertario, en una falta de respeto grotesca a tanta sangre derramada en nombre de utópicos ideales de un mundo sin explotadores ni explotados. Ahí están las nuevas expresiones neonazis que afloran en Mar del Plata, en Córdoba, en la Patagonia y en tantos otros lugares del país, en una bizarra reversión del no future  punk donde ahora la falta de horizonte es culpa de los negros faloperos que viven de los planes, las putas que se esconden en el feminismo, los putos que destruyen la familia tradicional, y ese largo relicario de adjetivos y afirmaciones que hace algunos años atrás pocos trogloditas se habrían atrevido a decir en publico pero que hoy, paradójicamente de la mano de derechos conquistados, empieza a calar en un clima de aprobación publica, o mejor dicho, en un clima donde decir cualquier barbaridad,  por más dañina que sea, pareciera ser permisible y hasta promocionable.  

El desencanto juvenil con la política, con la buena política, esa que ah demostrado servir para mejorar la calidad de vida de las mayorías, para que pueblos históricamente sometidas puedan levantar la frente en alto al hacerse cargo de su presente y su porvenir, esa política que ah echo del arte y de la ciencia una maravilla humana que nos aleje del oscurantismo, la que ha puesto la justicia en el lugar de un derecho que a todos abrace y no en la pesadilla de quien no pueda pagarla, el desencanto de la juventud con esa política no es una catástrofe inevitable de los astros. Es responsabilidad manifiesta de los psicópatas megalómanos que se han adueñado de los hilos de la historia, por que han de tener muy claro, que solo la juventud puede tomar el cielo por asalto, poniéndolo en manos de aquellos desposeídos a quienes se les niega el derecho a ser felices bajo el sol que a todos y a todas nos ilumina aún en los días nublados.

Pelearle voto a voto a la reacción conservadora es la misión. Convocar, convencer, convertir, esa es la tarea. Convocar a las generaciones que heredaran la historia a la epopeya heroica de darle forma. Convencer a estas de su rol protagónico en el porvenir y de la necesidad de poner este mundo patas arriba para alterar este orden injusto. Convertir nuevamente a la política en esa fantástica herramienta de transformación social, y la juventud consumista y explotada en la maravillosa juventud revolucionaria.

Convocar, convencer, convertir, esa es la tarea.

Colectivo Editorial ZondeTrope